miércoles, 8 de mayo de 2019

LAS CHOLAS ROTAS DEL PESCADOR.-


LAS CHOLAS ROTAS DEL PESCADOR
 

Por: Jesús Padilla

Desde mi infancia, cuando jugueteaba por las calles de mi barrio, barrio de pescadores y de hombres de la mar, afortunados tiempos en que los niños podían hacerlo sin peligro, escuché a las madres de unos y otros, y a la mía propia, una expresión que jamás se me ha olvidado, ¡fulanito (Pedro, Jesús, Antonio etc.,.), ven p'a casa a comer o te doy un cholazo!.  Era una orden en primera persona que ninguno, por muy machote que se creyera desobedecía, y es que un cholazo de la época era sinónimo de estar jodido una temporada sin poder salir a la calle. Hoy en día, desaparecida la expresión, ya no tan arraigada, las cholas se han convertido en todo lo contrario pues ponerselas es el antónimo de quitarselas; quitarselas para darte un "zumbío".
Ponerse "la chola" es p'a ir a la playa, al monte, o "pasiar" por la calle, quitársela es hablar de cosas más serias.
De este especial calzado, la chola, se han sacado algunos aforismos utilizados frecuentemente en ciertas disciplinas como la jurisprudencia y la política. Son frases que sentencian determinados comportamientos y que se han transmitido a través de la historia. De todos los aforismos me voy a centrar en un adagio que causa furor en la sociedad de nuestras islas porque es además el que transmite un sentimiento muy arraigado de disciplina familiar "el cholazo".
Pero quizás de esta sociedad moderna que vivimos, algo desestructurada en lo familiar, y tremendamente desestructurada en lo económico, hay colectivos minoritarios que usan "la chola" para trabajar, uno de esos colectivos son los pescadores.
En La Vega de San Mateo, lejos de las zonas costeras, pese a que en un día no muy lejano los cocoteros formaron parte del paisaje urbano, se respira ya aire electoral y los candidatos y candidatas salen por las calles del pueblo y de los barrios en busca de los votos que le den en las urnas la mayoría suficiente para gobernar. Sus herramientas son el programa político, la presencia, el convencimiento y todo aquello que pueda servir para convencer a una sociedad cada vez más descorazonada, confundida e indecisa, sobre las idoneidades de los candidatos y candidatas, pero lo que es innegable que, como buenos pescadores de votos y votantes, "la chola" no puede faltar para recorrer tan insufrible camino.
Hace ya ocho años llegó, con "las cholas" destrozadas de andar barrios y recorrer calles, ofreciendo a los electores sus promesas electorales, Don Antonio Ortega que encabezaba la Asociación Vecinal San Mateo (AVESAM). Mucho ha llovido, y muchas cosas han pasado, desde aquel glorioso día en el que desde el balcón del ayuntamiento saludaba eufóricamente a todos los vegueros y vegueras. Esa mayoría que volvería a repetir cuatro años después.
Antonio Ortega, si mal no recuerdo, y en las hemerotecas está recogido, prometió desde una embotelladora que daría trabajo a cientos de vegueros hasta un teleférico que partiría de un restaurante con terraza giratoria desde Montaña Cabreja hasta el centro del casco. Todo un alarde de ingeniería que colocaría a San Mateo en el panorama turístico internacional, amén de otras concesiones como el "queso de cuajo de baifo", la "ruta de los molinos", el museo "Cho Zacarías", el hipódromo, y un largo etcétera que llenaba de ilusión a tantos y tantos vegueros convencidos con un cambio.
Lo que no dijo nunca el pescador de votos fue que las redes tendidas en la calma veguera eran de un tamiz tan estrecho que no dejaría pasar sino aquello que, desgraciadamente, quisiera el pescador, que es al fin y al cabo el que echa las redes.
De esos grandes proyectos, se gastó medio millón de euros en adquirir el museo Cho Zacarías, convertido en la actualidad en un vertedero a punto de ser un montón de escombros por el terrible abandono al que está sometido. Medio millón de euros por lo que puede ser un solar improductivo que no valdría más de 200.000 cuando tengan que gastarse otros 100.000 en sacar los escombros de los que supuestamente iba a ser la joya del casco de San Mateo.
Tampoco dijo que esa embotelladora, que crearía 400 puestos de trabajo, no era sino el caramelo apropiado para endulzar la boca de todos aquellos que castigados por la crisis y el paro se veían esperanzados en una promesa electoral que nadie cogió con pinzas, todo lo contrario, todos la acogieron con los brazos abiertos. Un engaño que tras ocho años de legislatura queda consumado. No darse cuenta de esto después de ocho años sin rastro ni de una mísera botella de agua es fingir engañosamente que hacemos el tonto o simplemente dejamos que ese pescador de red con tamiz estrecho nos atonte nuevamente y nos volvamos a convertir en los tontos de este pueblo.
Pero dejando atrás esas promesas incumplidas, y que todos conocemos, no cae de recibo que fuera de todo ese programa electoral, donde las promesas son el martillo pilón de la incompetencia política hecha realidad, no se dijera a los vegueros y vegueras que nuestro pueblo se iba a convertir en lo que nadie deseaba, ni desea, y que iba a tomar un rumbo de despropósitos que acabarían dejándolo en la situación actual, sin cobertura socio sanitaria adecuada, sin políticas sociales para mujeres, niños, mayores y enfermos o con movilidad reducida, aceras tercermundistas, limpieza viaria deficiente, donde las calles se han convertido en vertederos por una recogida de residuos sólidos ineficaz y deficitaria, y las alcantarillas rezuman, por los continuos atascos, olores inmundos que penetran en las viviendas siendo un criadero de cucarachas y ratas que los vecinos tienen que combatir con dinero de sus bolsillos cuando es una obligación municipal hacerlo. Aceras y calles asquerosamente sucias, olvidadas de la mano de Dios, obras interminables, millonarias, algunas inasumibles económicamente que se han quedado en la estacada, como la del Mercado Municipal, ese motor económico que nunca llegué a pensar que pudiera caer bajo la picota de las máquinas sin que nadie de este pueblo, quizás atontados dentro de las redes de tamiz fino, abriera la boca para decir ¡NO SE TIRA!.
Es ahí cuando toma valor esa frase histórica de ¡¡Fuente Ovejuna, todos a una!! o la más moderna de ¡¡El pueblo unido jamás será vencido!! Pero ni lo uno ni lo otro, se tiró y punto.
Más parece la Vega de San Mateo un campo de prácticas de construcción que abarca desde caminos hormigonados gratuitamente hasta demoliciones, donde se ha cambiado el tono rojizo y volcánico de sus tierras para ser el gris opaco del cemento que inunda sin solución veredas, caminos y serventías. Todo un despropósito en un territorio ligado a la agricultura y la ganadería desde tiempos inmemoriales y ajeno, totalmente, a los avatares de las grandes ciudades donde la anarquía constructiva lo llena todo dejando el espacio natural al antojo de los  constructores que donde colocan mil ladrillos solo plantan un geranio. Afortunado geranio, diría yo.
Tanto dinero derrochado, tirado al cesto de la basura, tanto proyecto inútil que solo beneficia a quién beneficia, y caigo en la redundancia para no citar a nadie, mientras vemos cómo las personas caen de bruces en las aceras porque se encuentran en pésimas condiciones y las calles son un caos por falta de una regulación moderna de un pueblo que se deforma en una transformación de un querer y no poder, por ese ansia de llenar de gente unas calles que no soportan tanto desasosiego, ruido y desorden, con alcantarillados saturados, no de servilletas, ni residuos, ni grasas, sino de los años que hace que no se tocan, ni se amplían o se reforman.
La culpa de todo esto no la tienen los sufridos vegueros y vegueras que viven en esas calles, la culpa la tiene la inoperancia, la desidia, la pésima gestión de lo municipal y de lo público, ingredientes estos que sin estar en esa red de tupida malla del pescador de votos, está en el sentido común de las personas. Pero todo indica que ni eso está en valor en un pueblo adormecido que debe despertar.
Los vegueros y vegueras no queremos una ciudad, queremos nuestro pueblo tal y como es. No queremos sucedáneos que edulcoren una realidad que en este momento es amarga. No queremos bingos, ni salas de fiesta, ni prostíbulos, ni todo aquello que es propio de grandes y medianas ciudades y que pueden hacernos perder nuestra identidad porque si en una ciudad de miles de habitantes y cientos de barrios estas actividades producen desasosiego, inseguridad y delincuencia, imagínense que pueden producir en un pueblo de 7.500 habitantes, con  apenas una docena de barrios diseminados e incapaz de absorber, por falta de medios e infraestructuras, toda una marabunta de diferentes estratos sociales ajenos a la agricultura, la ganadería y la vida rural. Lo estamos viendo, y lo que vemos no nos gusta.
Dice Don Antonio Ortega que va a conseguir una nueva mayoría absoluta. Nadie le pone en duda su liderazgo para hacerlo, nadie le pone en duda los socios a los que se ha unido para sacar esa mayoría, Coalición Canaria-ATI (CC-Asociación Tinerfeña Independiente), Unidos por Gran Canaria, curioso que sea por Gran Canaria y para defender Gran Canaria, permítanme que lo dude, y Unidos por la Sacristía, esto último no es un partido político, pero debería inscribirse como tal, porque en esta elecciones hasta el cura párroco se une a la causa de Don Antonio Ortega, como él mismo ha afirmado en su discurso de presentación (¡¡Hasta el cura está aquí¡¡) cuando debería el señor cura mantenerse al margen, públicamente, de esas opciones políticas, porque la iglesia son todos los feligreses católicos, que los hay de diferentes ideologías políticas. ¿O va a resultar que según de qué partido te bautizo o no te bautizo, te doy la comunión o te excomulgo o te hago el funeral.?.
Queda toda una campaña por delante, hay tiempo de rectificar lo que en el pasado se ha hecho mal, existen otros partidos dispuestos a cambiar las cosas, recuperar todo este tiempo perdido y cerrar las heridas de un pueblo abierto en canal que no sabe a dónde va, o quizás no sabe a dónde le conducen, pero estoy plenamente convencido que quizás pueda demostrar esa madurez de la que siempre se ha caracterizado y diga al pescador que vino con "las cholas" rotas, a pescar votos con una red de tamiz pequeño, que prefieren a aquel que pesca votos con una red de huecos anchos que deje los valores de su gente, de su pueblo, su eterna idiosincrasia, en el lugar donde deben de estar y vuelva la normalidad de siempre, y el progreso sostenido en el tiempo, para que no perdamos nuestra verdadera identidad de pueblo rural, agricultor y ganadero.
No queremos más "cholazos", queremos salir a votar sin que nadie nos imponga el sentido de nuestro voto porque si en algo se caracteriza la democracia es porque lo que elegimos lo elegimos en libertad, y por ende, un voto no vale por un favor que me puedan hacer, un voto vale por el futuro que queramos tener y dejarlo en herencia a nuestros hijos.
Que no nos den más "cholazos", que bastantes hemos recibido en estos ocho años. D'ito sea Dios.
VEGUEROS S.M.

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