LAS CHOLAS ROTAS DEL PESCADOR
Por: Jesús Padilla
Desde mi infancia, cuando jugueteaba por las calles de
mi barrio, barrio de pescadores y de hombres de la mar, afortunados tiempos en
que los niños podían hacerlo sin peligro, escuché a las madres de unos y otros,
y a la mía propia, una expresión que jamás se me ha olvidado, ¡fulanito (Pedro,
Jesús, Antonio etc.,.), ven p'a casa a comer o te doy un cholazo!. Era una orden en primera persona que ninguno,
por muy machote que se creyera desobedecía, y es que un cholazo de la época era
sinónimo de estar jodido una temporada sin poder salir a la calle. Hoy en día,
desaparecida la expresión, ya no tan arraigada, las cholas se han convertido en
todo lo contrario pues ponerselas es el antónimo de quitarselas; quitarselas para darte un "zumbío".
Ponerse "la chola" es p'a ir a la playa, al
monte, o "pasiar" por la calle, quitársela es hablar de cosas más
serias.
De este especial calzado, la chola, se han sacado
algunos aforismos utilizados frecuentemente en ciertas disciplinas como la
jurisprudencia y la política. Son frases que sentencian determinados
comportamientos y que se han transmitido a través de la historia. De todos los
aforismos me voy a centrar en un adagio que causa furor en la sociedad de
nuestras islas porque es además el que transmite un sentimiento muy arraigado
de disciplina familiar "el cholazo".
Pero quizás de esta sociedad moderna que vivimos, algo
desestructurada en lo familiar, y tremendamente desestructurada en lo económico,
hay colectivos minoritarios que usan "la chola" para trabajar, uno de
esos colectivos son los pescadores.
En La Vega de San Mateo, lejos de las zonas costeras,
pese a que en un día no muy lejano los cocoteros formaron parte del paisaje
urbano, se respira ya aire electoral y los candidatos y candidatas salen por
las calles del pueblo y de los barrios en busca de los votos que le den en las
urnas la mayoría suficiente para gobernar. Sus herramientas son el programa
político, la presencia, el convencimiento y todo aquello que pueda servir para
convencer a una sociedad cada vez más descorazonada, confundida e indecisa,
sobre las idoneidades de los candidatos y candidatas, pero lo que es innegable
que, como buenos pescadores de votos y votantes, "la chola" no puede
faltar para recorrer tan insufrible camino.
Hace ya ocho años llegó, con "las cholas"
destrozadas de andar barrios y recorrer calles, ofreciendo a los electores sus
promesas electorales, Don Antonio Ortega que encabezaba la Asociación Vecinal
San Mateo (AVESAM). Mucho ha llovido, y muchas cosas han pasado, desde aquel
glorioso día en el que desde el balcón del ayuntamiento saludaba eufóricamente
a todos los vegueros y vegueras. Esa mayoría que volvería a repetir cuatro años
después.
Antonio Ortega, si mal no recuerdo, y en las
hemerotecas está recogido, prometió desde una embotelladora que daría trabajo a
cientos de vegueros hasta un teleférico que partiría de un restaurante con
terraza giratoria desde Montaña Cabreja hasta el centro del casco. Todo un
alarde de ingeniería que colocaría a San Mateo en el panorama turístico
internacional, amén de otras concesiones como el "queso de cuajo de
baifo", la "ruta de los molinos", el museo "Cho
Zacarías", el hipódromo, y un largo
etcétera que llenaba de ilusión a tantos y tantos vegueros convencidos con un
cambio.
Lo que no dijo nunca el pescador de votos fue que las
redes tendidas en la calma veguera eran de un tamiz tan estrecho que no dejaría
pasar sino aquello que, desgraciadamente, quisiera el pescador, que es al fin y
al cabo el que echa las redes.
De esos grandes proyectos, se gastó medio millón de
euros en adquirir el museo Cho Zacarías, convertido en la actualidad en un
vertedero a punto de ser un montón de escombros por el terrible abandono al que
está sometido. Medio millón de euros por lo que puede ser un solar improductivo
que no valdría más de 200.000 cuando tengan que gastarse otros 100.000 en sacar
los escombros de los que supuestamente iba a ser la joya del casco de San
Mateo.
Tampoco dijo que esa embotelladora, que crearía 400
puestos de trabajo, no era sino el caramelo apropiado para endulzar la boca de
todos aquellos que castigados por la crisis y el paro se veían esperanzados en
una promesa electoral que nadie cogió con pinzas, todo lo contrario, todos la
acogieron con los brazos abiertos. Un engaño que tras ocho años de legislatura
queda consumado. No darse cuenta de esto después de ocho años sin rastro ni de
una mísera botella de agua es fingir engañosamente que hacemos el tonto o
simplemente dejamos que ese pescador de red con tamiz estrecho nos atonte
nuevamente y nos volvamos a convertir en los tontos de este pueblo.
Pero dejando atrás esas promesas incumplidas, y que
todos conocemos, no cae de recibo que fuera de todo ese programa electoral,
donde las promesas son el martillo pilón de la incompetencia política hecha
realidad, no se dijera a los vegueros y vegueras que nuestro pueblo se iba a
convertir en lo que nadie deseaba, ni desea, y que iba a tomar un rumbo de
despropósitos que acabarían dejándolo en la situación actual, sin cobertura
socio sanitaria adecuada, sin políticas sociales para mujeres, niños, mayores y
enfermos o con movilidad reducida, aceras tercermundistas, limpieza viaria
deficiente, donde las calles se han convertido en vertederos por una recogida
de residuos sólidos ineficaz y deficitaria, y las alcantarillas rezuman, por
los continuos atascos, olores inmundos que penetran en las viviendas siendo un
criadero de cucarachas y ratas que los vecinos tienen que combatir con dinero
de sus bolsillos cuando es una obligación municipal hacerlo. Aceras y calles
asquerosamente sucias, olvidadas de la mano de Dios, obras interminables,
millonarias, algunas inasumibles económicamente que se han quedado en la
estacada, como la del Mercado Municipal, ese motor económico que nunca llegué a
pensar que pudiera caer bajo la picota de las máquinas sin que nadie de este
pueblo, quizás atontados dentro de las redes de tamiz fino, abriera la boca
para decir ¡NO SE TIRA!.
Es ahí cuando toma valor esa frase histórica de ¡¡Fuente
Ovejuna, todos a una!! o la más moderna de ¡¡El pueblo unido jamás será
vencido!! Pero ni lo uno ni lo otro, se tiró y punto.
Más parece la Vega de San Mateo un campo de prácticas
de construcción que abarca desde caminos hormigonados gratuitamente hasta demoliciones,
donde se ha cambiado el tono rojizo y volcánico de sus tierras para ser el gris
opaco del cemento que inunda sin solución veredas, caminos y serventías. Todo
un despropósito en un territorio ligado a la agricultura y la ganadería desde
tiempos inmemoriales y ajeno, totalmente,
a los avatares de las grandes ciudades donde la anarquía constructiva lo llena
todo dejando el espacio natural al antojo de los constructores que donde colocan mil ladrillos
solo plantan un geranio. Afortunado geranio, diría yo.
Tanto dinero derrochado, tirado al cesto de la basura,
tanto proyecto inútil que solo beneficia a quién beneficia, y caigo en la
redundancia para no citar a nadie, mientras vemos cómo las personas caen de
bruces en las aceras porque se encuentran en pésimas condiciones y las calles
son un caos por falta de una regulación moderna de un pueblo que se deforma en
una transformación de un querer y no poder, por ese ansia de llenar de gente
unas calles que no soportan tanto desasosiego, ruido y desorden, con
alcantarillados saturados, no de servilletas, ni residuos, ni grasas, sino de
los años que hace que no se tocan, ni se amplían o se reforman.
La culpa de todo esto no la tienen los sufridos
vegueros y vegueras que viven en esas calles, la culpa la tiene la inoperancia,
la desidia, la pésima gestión de lo municipal y de lo público, ingredientes
estos que sin estar en esa red de tupida malla del pescador de votos, está en el
sentido común de las personas. Pero todo indica que ni eso está en valor en un
pueblo adormecido que debe despertar.
Los vegueros y vegueras no queremos una ciudad, queremos
nuestro pueblo tal y como es. No queremos sucedáneos que edulcoren una realidad
que en este momento es amarga. No queremos bingos, ni salas de fiesta, ni
prostíbulos, ni todo aquello que es propio de grandes y medianas ciudades y que
pueden hacernos perder nuestra identidad porque si en una ciudad de miles de
habitantes y cientos de barrios estas actividades producen desasosiego,
inseguridad y delincuencia, imagínense que pueden producir en un pueblo de
7.500 habitantes, con apenas una docena
de barrios diseminados e incapaz de absorber, por falta de medios e
infraestructuras, toda una marabunta de diferentes estratos sociales ajenos a
la agricultura, la ganadería y la vida rural. Lo estamos viendo, y lo que vemos
no nos gusta.
Dice Don Antonio Ortega que va a conseguir una nueva
mayoría absoluta. Nadie le pone en duda su liderazgo para hacerlo, nadie le
pone en duda los socios a los que se ha unido para sacar esa mayoría, Coalición
Canaria-ATI (CC-Asociación Tinerfeña Independiente), Unidos por Gran Canaria,
curioso que sea por Gran Canaria y para defender Gran Canaria, permítanme que
lo dude, y Unidos por la Sacristía, esto último no es un partido político, pero
debería inscribirse como tal, porque en esta elecciones hasta el cura párroco
se une a la causa de Don Antonio Ortega, como él mismo ha afirmado en su
discurso de presentación (¡¡Hasta el cura está aquí¡¡) cuando debería el señor
cura mantenerse al margen, públicamente, de esas opciones políticas, porque la
iglesia son todos los feligreses católicos, que los hay de diferentes ideologías
políticas. ¿O va a resultar que según de qué partido te bautizo o no te bautizo,
te doy la comunión o te excomulgo o te hago el funeral.?.
Queda toda una campaña por delante, hay tiempo de
rectificar lo que en el pasado se ha hecho mal, existen otros partidos
dispuestos a cambiar las cosas, recuperar todo este tiempo perdido y cerrar las
heridas de un pueblo abierto en canal que no sabe a dónde va, o quizás no sabe
a dónde le conducen, pero estoy plenamente convencido que quizás pueda
demostrar esa madurez de la que siempre se ha caracterizado y diga al pescador
que vino con "las cholas" rotas, a pescar votos con una red de tamiz
pequeño, que prefieren a aquel que pesca votos con una red de huecos anchos que
deje los valores de su gente, de su pueblo, su eterna idiosincrasia, en el
lugar donde deben de estar y vuelva la normalidad de siempre, y el progreso
sostenido en el tiempo, para que no perdamos nuestra verdadera identidad de
pueblo rural, agricultor y ganadero.
No queremos más "cholazos", queremos salir a votar sin
que nadie nos imponga el sentido de nuestro voto porque si en algo se
caracteriza la democracia es porque lo que elegimos lo elegimos en libertad, y
por ende, un voto no vale por un favor que me puedan hacer, un voto vale por el
futuro que queramos tener y dejarlo en herencia a nuestros hijos.
Que no nos den más "cholazos", que bastantes hemos
recibido en estos ocho años. D'ito sea Dios.
VEGUEROS S.M.