Mamarrachadas y mamarrachos.
La libertad de expresión y la expresión de la libertad
Por: Jesús Padilla
Fue de muy joven cuando a través de mi padre (q.e.p.d.) escuché palabras que me crearon cierta extrañeza, pues nunca las había oído, y que entraron en mi humilde vida para alentar el deseo de averiguar, no solo su significado, sino la aplicación que de ellas pudiera dar en un futuro para referirme a personas y a cosas, a hechos o a determinados actos.
Si ahora ese registro se queda inscrito en memorias de ordenadores para un uso posterior, el mío, particularmente, se quedó registrado en la memoria de mi cabeza, en ese cerebro que tenemos todos y que según como se use, y quien lo use, le da más o menos sustancia para discernir sobre lo que está bien o mal. En una palabra, mayor o menor capacidad de entendimiento, de expresión o de inteligencia.
Decía Nelson Mandela: "Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible. No debemos dejar que el temor se interponga en nuestro camino".
"No es valiente aquel hombre que no tiene miedo, sino el que sabe conquistarlo".
En La Vega de San Mateo, como en cualquier otra parte, existen cabezas bien amuebladas y otras no tanto. Existen personas y personajes variopintos y diversos que utilizan esa masa gris, ese almacenamiento, ese registro, para hacer el bien, para hacer el mal, para meter la pata o simplemente para hacer mamarrachadas como atacar la libertad de expresión e impedir la expresión de la libertad.
Yo lo he vivido en propias carnes y lo he sufrido en primera persona. Con los mismos actores y las mismas actrices. Y ahí siguen, envueltos en sus corazas políticas que solo se sustentan gracias a las mamarrachadas, y a los mamarrachos y mamarrachas, chisgarabís, morroestufas con denominación.com, y algún tolai con cargo de concejal.
Aún recuerdo como hace años que tres de mis artículos entraron por la puerta del Juzgado de lo Contencioso Administrativo de un Juzgado de Las Palmas porque un alcalde consideró que los mismos atentaban contra su dignidad y contra su persona y la de sus cansalmas, como se suele decir en Navarra, concejales de gobierno.
Trataba con ello este caracartón que abandonara a los vecinos del barrio El Pintor y me retirara de la pelea que tenían con el tema de los bailes y que este botarate consideraba ilegal a todas luces empleando para ello los medios y dineros públicos en pro de su causa, la causa de un gañán político.
Cuatro días después fui brutalmente agredido en el garaje de mi casa, tras recibir, en la oscuridad y por la espalda, un fuerte golpe en la cabeza. Cuatro días después, y a unos días de prestar declaración en ese juzgado.
En tromba salieron los cansalmas y el caracartón a decir que fue una pelea entre vecinos. Ni fue casual, ni fue pelea entre vecinos, ni había causa que justificara semejante atrocidad. La sentencia posterior a la denuncia así lo ratificó y condenó al agresor principal a un año de prisión, orden de alejamiento, aún vigente, y a una indemnización de 7.000 euros, reclamada y sin abonar aún.
Pero a día de hoy siguen sin pagar aquellos otros que se encargaron de dirigir un atentado contra mi persona que casi me cuesta la vida. Como decía Mandela, el temor no se interpuso en mi camino, pero supe conquistarlo. No me dan miedo, me repugna que sigan ahí los pillavispas, mamarrachos y mamarrachas, atacando la libertad de expresión e impidiendo la expresión de la libertad.
En un medio de esta Vega de San Mateo que se nutre sustancialmente del privilegio, para no perder el favor del mamarracho, pude leer una noticia que lejos de sorprenderme me ha hecho recordar viejos tiempos.
Una veguera, en el uso legítimo de su libertad de expresión, en el ejercicio puro de la expresión de la libertad, quiso dar una opinión sobre determinados argumentos que se daban en esa red social que utilizan la gran mayoría de jóvenes, y no tan jóvenes, vegueros y vegueras.
Era la opinión de un administrado hacia los administradores.
Un administrado por la Administración Pública que dirige sus críticas hacia un equipo de gobierno, cargos públicos, que forman parte de ese entramado público, que no privado, llamado Ayuntamiento.
Cuando se lee poco, o no se sabe lo que se lee, se interpretan las cosas con criterios erróneos. La Libertad de expresión es tan amplia como el derecho a expresar la libertad. Los medios son múltiples y van desde la palabra al escrito, de la huelga a la manifestación en todas sus vertientes.
El cargo público no es la coraza válida para cercenar derechos y libertades cuando el mamarracho, o los mamarrachos y mamarrachas de turno, consideran que la crítica a sus cargos, a su gestión, a su falsas promesas electorales, a su oscurantismo político, a su falta de transparencia en la gestión, a la divulgación de mensajes que son un clamor popular, en definitiva, a todo un rosario de afirmaciones, todas de carácter político y que se producen no por un casual o un capricho interesado, sino porque esos que deben actuar con total transparencia no lo hacen, provocando el silencio administrativo en sus actos, actuando con total o parcial opacidad en sus gestiones públicas, ocultando información, no dando respuestas a las necesidades de los administrados, creyendo erróneamente que se ataca su dignidad, su honor, su persona, sin entender, estos zambombos de la política, que ese honor, esa dignidad, esa persona, no es lo que se critica y se pone en el candelero, sino la denuncia pública y legítima de su mal hacer, sus torpezas, sus incapacidades para gobernar, y lo más importante, sin tener en cuenta que quien ejerce ese derecho de expresión para criticar a la Institución, a lo público, a esos mamarrachos que ahora se rajan las vestiduras, es el ciudadano que le ha puesto ahí. El triste sufridor de sus incompetencias. La crítica, por muy dura que sea, va con el cargo y si no, puerta y casita.
El ejercicio legítimo de esa libertad de expresión, no es insulto, ni se menosprecia al cargo público. Es una crítica dura y merecida, por quien se siente engañada. No hay insulto, repito, hay libertad de expresión, un ejercicio puro y legítimo de la expresión de la libertad ante la impotencia de verse sometida, por quienes supuestamente no han actuado como marca esa ética política de la que se llenan la boca sin tomar un “buche”.
Que aprenda primero a leer la zascandil de turno y los mamarrachos políticos de este Grupo de Gobierno, antes de emitir juicios de valor sin saber el valor de un juicio emitido bajo la libertad de expresión.
La calumnia y la injuria son dos términos que no pueden ser imputados sin precisión y concreción, pues ambas, la precisión y la concreción, deben ser terminante y determinante en los hechos.
Para la imputación de un delito no bastan las atribuciones genéricas, vagas o analógicas. Estas han de recaer sobre un hecho inequívoco, concreto y determinado, preciso en su significado y además que pueda ser catalogado criminalmente.
Diversas sentencias del Tribunal Supremo así lo hacen saber. No basta la sospecha o hacer conjeturas sobre lo que uno cree.
¿Es falso lo que dice quién denuncia lo que tanto molesta?
¿Hay un desprecio a la verdad o lo que se denuncia forma parte de esa verdad?
No hay intención de difamar, hay intención de esclarecer la verdad, de dar sentido a lo que se rumorea, a lo que forma parte del batiburrillo de la política municipal.
Acudir en tromba a la Guardia Civil en busca del auxilio de la justicia no es más que una huida hacia delante de quienes lejos de dar una explicación de esa opinión, en el contexto político-ciudadano, se rajan las vestiduras y braman en el silencio de un pueblo callado por miedo, para que se les oiga bien, y se sepa quien es el más fuerte de la manada, atacando con el medio afín por antonomasia a una ciudadana que ejerce el derecho a su libertad de expresión y usa su máxima, la expresión de su libertad.
¡¡Olé por tus ovarios niña!! La libertad no se gana, se defiende con uñas y dientes.
Las injurias dirigidas contra funcionarios públicos sobre hechos concernientes a sus cargos o al ejercicio de los mismos son tan efímeras como el propio cargo político. Es tan amplio el camino que basta cualquier prueba de veracidad para que el demandado, o la demandada, quede exento o exenta, de toda culpabilidad.
La cita de Benedicto XVI es suficiente para entender lo dicho: “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Y estos mamarrachos que se creen libres de pecado no tiran una, no, van todos con una en la mano a la Guardia Civil. Hay que ser ganapanes.
Quizás la sorpresa, de prosperar la denuncia, pueda ser que intervenga la Fiscalía, en defensa del interés público Es entonces cuando el querellante deberá determinar con mucha precisión y claridad los hechos porque el sumario no acabaría donde ellos digan, sino lo que las investigaciones determinen. Es más, no crean los denunciantes que se extenderá en el tiempo, no, el Juez o la Jueza dará un plazo, para poder terminar el sumario y para que la instrucción no perjudique al acusado.
Simple como la vida misma. Se le llama, independencia del Poder Judicial.
No quiero acabar sin decir que estas denuncias en tropel, no solo son ridículas y sin ningún valor probatorio, sino en mi modesta opinión, forman parte de una estrategia basada en el sometimiento soez y vergonzoso por el que quieren doblegar a quienes no piensan igual que estos mamarrachos y mamarrachas.
Quizás habría que denunciar a estos concejales y concejalas que contratan mamarrachadas con dineros públicos y luego fingen un escándalo para justificar su falta, que es grande, y eludir las responsabilidades antes quienes en las urnas le han elegido.
Esta denuncia al grito “a mí la Guardia Civil” resulta ridícula y extravagante. Más bien causa risa porque no solo demuestra el escaso y nulo nivel político, y la poca cintura democrática de estos tarambanas de la política, sino además comporta poca seriedad y compromiso ante un pueblo que está cansado de mamarrachos y mamarrachadas, de que se ataque su libertad de expresión y se impida la expresión de su libertad, conceptos ambos recogidos en la Constitución y protegidos en el derecho internacional. Conceptos irrenunciables que demuestran lo grande que es la libertad y la democracia.
Me reitero y reafirmo: ¡¡Olé por tus ovarios niña!! La libertad no se gana, se defiende con uñas y dientes.
VEGUEROS S.M.