lunes, 20 de julio de 2020

¿POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS, POR EL CURA O POR EL ALCALDE?

¿Por quién suenan las campanas, por el cura o por el alcalde?

Por: Jesús Padilla

Hoy en día apenas si quedan campaneros que toquen a mano las campanas, aunque los campanarios y espadañas de las iglesias de los pueblos de la gran mayoría de la España peninsular e insular, sí conservan estos instrumentos antiguos.
Desde el toque de ir a misa al arrebato que alertaba a la población, las campanas han marcado la vida de las comunidades rurales a lo largo de la historia.
Las campanas han tenido a lo largo de su vida, no solo de nuestro pueblo, sino de todos los pueblos de España y de medio mundo, un significado dispar como a la vez unísono. Se han utilizado para convocar a los oficios religiosos, anunciar el ángelus, comunicar la muerte de algún vecino e indicando, con cada uno de sus toques, si el fallecido era hombre, mujer o niño. También para anunciar las fiestas de los pueblos y aldeas, convocar a los vecinos para colaborar en la extinción de un incendio o para indicar a estos que debían acudir a la Iglesia en busca de refugio en tiempos de guerras.
Desde niño viví  de manera muy especial, con las hermanas salesianas y después con los hermanos salesianos, muy intensamente, el contacto con la iglesia y conocí, gracias a las enseñanzas que recibí el significado del tañer de las campanas.
En esa época, allá por los años 60, ejercía de monaguillo, apenas tenía 6 añitos. Me levantaba muy temprano para acudir a la misa. Escuchaba las campanas del Colegio de Las Salesianas como repicaban, o doblaban, cuando había algún acto importante o un difunto. Eran las hermanas salesianas las encargadas de tan importante misión. De mayor continué yendo puntualmente a la Iglesia y aún recuerdo mi encuentro con las campanas de la Iglesia del Colegio Salesiano, fue toda una experiencia que jamás olvidaré. Como tampoco olvidaré la intensa educación salesiano que recibí, como la recibió mi padre, en los años de la guerra, allá en Montilla (Córdoba).
Pero siguiendo con mi relato, he de decir que las campanas han servido para anunciar homenajes importantes no solo para los católicos, tibetanos, hindúes, romanos, chinos e infinidad de culturas y civilizaciones; todos han conocido tan singular pieza, algunas fabricadas de valiosos materiales. En la vida política incluso los alcaldes hacían uso de ellas para convocar a los vecinos a las reuniones del Ayuntamiento y para reunirlos cuando se declaraba un incendio y se necesitaba apañar voluntarios para la extinción.
A nadie se le esconde que las campanas han sido un medio de comunicación a larga distancia, no solo en las zonas urbanas sino alrededores. Su poder sonoro hacía que muchas se oyeran a grandes distancias y eran construidas la mayoría de ellas en bronce cuyo metal era fundido por artesanos campaneros y la colada de la fundición se introducían en moldes de arcilla con las formas de la campana. Cuando se sacaban de esos moldes se le colocaban todas sus partes: el badajo, la cabeza de madera, que generalmente se hacía del nogal, la carrasca también llamada olmo que servía para sujetarla y también se le hacía una inscripción en la que solía colocarse el nombre de los fundidores, el año de fabricación, el nombre del cura que en ese momento era el titular de la parroquia, incluso en algunos casos hasta el nombre del alcalde.
En la cristiandad los toques de campana estaban bien diferenciados:
Toques de ir a misa, toques de alzar a Dios, toque de arrebato, que se hacía cuando había fuego en alguna casa, en el monte o cuando era necesario convocar urgentemente a los vecinos por  algún motivo especial como la búsqueda de alguien que se había perdido, toque del Ángelus, un toque este que recuerdo se hacía a las 12 del mediodía. Radio Nacional del España lo transmitía a las 12:00 horas acompañados de la oración :El ángel del Señor anunció a María y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo”. O ese toque de repicar que se tocaba de forma continuada, sin freno, de ahí la famosa expresión “No puedo estar repicando y en la procesión” o “No puedo estar en misa y repicando”, o el doblar, ese toque que se le reconocía por ser el “Toque de muerto”. Se hacía, y se hace todavía, con dos campanas de distinto sonido y de forma lenta, y sirve para anunciar  que algún vecino, vecina o familiar ha muerto, Cuando se oye ese toque  rápidamente se preguntan unos a otros ¿Quién se ha muerto? o ¿Por quién doblan?  Si era  hombre el que había fallecido termina el doblado de forma  distinta a si  era mujer  y de esta manera la gente lo sabia. Cuando era hombre se daban dos toques separados y tres si era mujer. Cuando fallecía algún niño, se tocaba con la campana pequeña.
Y así podríamos seguir hablando de las campanas, pero harían falta muchas páginas para poder relatar el amplio abanico de manuscritos y documentos sonoros, y visuales, sobre este instrumento tan singular. Tan singular como polémico en este siglo XXI.
En la Vega de San Mateo, es casi medianoche. Las calles solitarias parecen descansar del ajetreado día que han tenido. Desde lo alto, casi a vista de lechuza, o de búho fisgón, algún gato rompe el silencio con un corto maullido y el aullido de algún perro se suma a ese coro de las noches de San Mateo.
Al fondo de la calle Principal se divisa la espadaña de la Iglesia del Santo Apóstol que, lejos de imponer su altura, se refugia entre los tejados de las viviendas que se encuentran a sus costados, al frente y a su espalda. Y, de repente, una percusión de doce campanadas irrumpe y resuenan en el silencio de la noche alcanzando los barrios periféricos del municipio. Unos segundos más tarde, repican, con el mismo estruendo, en medio de la noche, doce toques más. Después las medias y así sucesivamente las 24 horas del día, los 365 días del año.
Podría ser para muchos este escenario de un bucolismo, como se suele decir, de postal, casi idílico. Para otros, una onomatopeya de campanas que se convierte en un verdadero calvario. Lo que parece ser para los amantes del campanario y sus campanas música celestial, para otros se convierte en un ruido tormentoso.
Llegado a este punto mi pregunta es ¿Y que se puede hacer?, ¿y que se debe hacer?, ¿para quién deben sonar las campanas?
Hacer, se puede hacer mucho, pero lo que no me cabe la menor duda es que lo primero, lo que prima antes que nada es hacer cumplir la ley y después aprender a acatarla. Ya no vivimos en la Edad Media, ni en la dictadura pasada. Y sonar, pues no debe sonar ni para para el cura, ni tampoco para el alcalde.
Una de las cuestiones claves tiene que ver con la mecanización informática aplicada en los campanarios hace unos años con el objetivo de dar las horas con medias y/o cuartos ¿Alguien se a puesto a contar los repiques que al día dan las campanas de la Iglesia?  Pueden emerger un centenar de campanadas al día, entre repiques y llamadas. Pero nadie tiene en cuenta que la funcionalidad de las campanas no es dar la hora, y esto se hace, haciendo un sobreuso abusivo a su función principal. No estamos en la Edad Media, cuando la gente no tenía reloj y la iglesia ordenaba la vida de la gente a toque de campana, eso podía tener sentido, pero en la actualidad no tiene ninguno.
La gente no tiene que amoldarse al pasado histórico de 200 años, como dice el párroco, en un alarde de soberbia y poco sentido común. Es la Iglesia la que tiene que asumir y amoldar muchas de sus costumbres a los tiempos actuales inclusive los toques de campana cuya finalidad no solo no está vigente sino cuando se hace un “abuso de uso”, como es el caso, se vulnera la ley y uno de los derechos fundamentales del hombre, el derecho al descanso.
El poder eclesiástico, la Ley de Dios, nunca debe ser vulnerada, según los preceptos cristianos, y menos por un cura, ni con amenazas, intimidaciones, soberbia y falta de caridad cristiana, y mucho menos con insultos malsonantes contra quien, y quienes, defienden su derecho. Y no puede ni debe ser vulnerada por un sacerdote porque, simplemente, el Sr. Cura Párroco de San Mateo no puede estar por encima de las leyes del hombre, que el mismo debe acatar y obedecer, porque esas, las del hombre, son las que deben prevalecer para que una sociedad pueda mantener no solo los derechos que le asisten, sino las libertades que le amparan, entre ellas el derecho a ese descanso, a esa paz, a esa intimidad a la que cualquier persona no está obligada a renunciar lo diga el cura, lo diga el alcalde.
¿Puede un cura presentarse a un partido político o ser activista de un partido político?
Diferentes puntos de los artículos 285 (punto 3) y 287 (punto 2) del Código de Derecho Canónico, ese conjunto de normas jurídicas que regulan la organización de la Iglesia católica, dice que los religiosos no pueden participar de la vida política de un país ni presentarse en unas elecciones generales. No han de participar activamente en los partidos políticos, ni en la dirección de asociaciones sindicales, ni en cualquier otra de rango político salvo que según el juicio de la autoridad eclesiástica competente, lo exijan la defensa de los derechos de la Iglesia o la promoción del bien común. Ningún sacerdote puede presentarse ante la opinión pública manifestando su apoyo a una opción política.
Sin embargo, me duele como católico y creyente pensar y ver que parece que algunos, y hago alusión al párroco de mi municipio, que todavía piensan que existen partidos que son los oficiales de la Iglesia Católica, y otros que no lo son, teniendo los creyentes que ajustarse a ello, dirigiéndolos al voto de ese partido y encarándolo mediante un debate estéril, obsoleto y sin sentido al resto de partidos políticos, en contra de lo que les dicta la propias leyes y normas canónicas.
Pero la realidad no es así, ya que, por muy afín que pueda parecer un partido político a la causa eclesial, lo cierto es que ninguno acaba de casar del todo con el mensaje del Evangelio de Jesucristo, que es lo que debe importar a los creyentes, que como yo, abrazamos la religión católica. La política para los políticos, la Iglesia y sus dogmas para los curas, cada uno en su casa, y Dios en la de todos.
Se ha equivocado usted Sr. Párroco, y con todo el respeto que profeso a la sotana que lleva puesta, he de decirle que debe usted predicar el ejemplo del evangelio, el de la paz y la concordia, el del perdón y la humildad y tomar ejemplo de otros sacerdotes que han sabido amoldarse a las situaciones más extremas sin abandonar el evangelio y no dedicarse a dividir a su rebaño, enfrentar a sus feligreses y mostrar soberbia donde debe haber humildad y también buen entendimiento entre todos. Las cosas se solucionan con palabras y no con exabruptos callejeros incontrolados, ni malmetiendo desde el púlpito, ni en radio y/o televisiones, y sobre todo, con la verdad y la razón, con la parábola de Dios.
El informe de las campanas fue ordenando por el Ayuntamiento a raíz de la denuncia de unos vecinos que cansados de pedirle a su párroco que por favor disminuyera su volumen, lejos de hacerles caso, este comenzó una campaña de desprestigio hacia sus personas. A unos porque no eran nacidos en San Mateo, yo tampoco soy nacido en San Mateo, y a otro, el más perjudicado, porque pertenecía a un determinado partido político que según sus postulados es anticatólico y anticlerical, algo que, perdone usted Sr. Párroco, me hace reír, porque ni es cierto ni se sustenta; y al resto, vaya usted a saber, que lo sabe, porque muchas de sus palabras fueron dichas desde el púlpito pero otras a pie de calle y en medios claramente afines al actual grupo de Gobierno. Muy cristiana, desde luego, no es su actitud. Pero claro, cuando la política y la Iglesia se mezclan, el cisma está garantizado y el daño a la Iglesia también.
Un sacerdote no debe lanzarse a hacer declaraciones públicas. Lo primero que ha de tener en cuenta es que, entre los cristianos, como yo, por citar un ejemplo, los hay que se encuentran identificados con su parroquia y, seguramente, hay gente de todas las ideologías políticas. Por tanto, usted como sacerdote no debiera contribuir de ninguna de las maneras, con sus palabras públicas, a generar división, o a impulsar o dirigir a sus fieles hacia un partido u otro, sino más bien, y esa si es su obligación, a insistir en mostrar el evangelio. En la Iglesia la palabra de Dios, los panfletos políticos y la política, en la calle, que es donde deben de estar. El templo de Dios es sagrado y la política es pública.
Por eso, nunca en casos como estos, en que se mezclan malintencionadamente la fe y la política, a la par, fuera de toda razón lógica, se debe preguntar ¿por quién doblan las campanas? porque pueden hacerlo por el cura o por el alcalde, aunque yo particularmente creo que doblan por los dos, por usted al que creo le queda poco en nuestra parroquia y por don Antonio al que también creo le queda menos en la política.
No deja de ser menos cierto que ambos tienen algo en común, y es mi opinión, han dividido a este pueblo y han dejado un sabor agridulce, el de una Iglesia vacía y un pueblo destrozado.
Que suenen las campanas, pero para regocijo de todos, no de unos pocos.
Que suenen, pero no para el cura, ni tampoco para el alcalde.
VEGUEROS S.M.

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