martes, 20 de octubre de 2020

LAS MISERIAS DE UN MISERABLE


Por: Jesús Padilla

Existe un libro, una novela del poeta y escritor Víctor Hugo, considerada como una de las obras más importantes del siglo XIX. Aunque de estilo romántico esta novela plantea, en una sociedad marcada por la pobreza, la pobreza y la riqueza, la política y la ética. En este libro el autor se mete de lleno en los vericuetos entresijos del corazón humano, pero de ese corazón que algunos políticos tienen para sostener sobre sus hombros una torpe cabeza y una buena cara de hormigón. Esos que creyéndose hidalgos no son más que pícaros que quieren mantener esos conceptos de honor y honra, de los que carecen, y a los que les importa un rábano llamar miserables a todo aquél que discrepa de ellos o se interpongan en su camino de éxito y poder.
Aunque no lo creamos todos tenemos miserias. Unos la padecen a manos de otros. Muchos la reconocen, para así aliviar las penas que le producen, otros aguantan y aguantan hasta que caen, derrumbándose por el enorme peso de la miseria, sin posibilidad de superar sus efectos.
Pero en el otro lado de la miseria, está el miserable, ese que aunque trate de aparentar lo contrario, es feliz haciendo la ruindad, festeja sus victorias, esas que hacen infelices a los demás y arruina la prosperidad ajena, es el que busca la burla o “mete la paja en el ojo ajeno” para hacer más desgraciado si cabe, al desgraciado, al infeliz que derrota con un beso de su befo, como aquel que Judas dio a Jesús en el huerto de Getsemaní.
El miserable solo piensa en si mismo, le ofende lo magnánimo o todo aquello que pueda ser coherente porque el miserable sabe perfectamente que esas cualidades están muy por encima de las suyas y muy lejos de su alcance. Por eso nunca ríe, porque la sonrisa es algo que no brota de su espontaneidad, sino de su abatimiento, abriendo la boca y enseñando sus dientes para simular la sonrisa. Es el miserable un atormentado envuelto en la envidia que no es capaz de aprender de la alegría de los demás y compartir la suya, arrastra su triste e incompleta vida buscando lo que no tiene a costa de ellos.
No es este el caso, quizás, del personaje de mi artículo, pero si es el de esa extrema avaricia en tiempos de COVID, de pandemia, de miserias humanas, de desolación y muerte, que afecta a muchas, muchísimas familias, a muchas, muchísimas economías y donde aparecen estos otros miserables que padecen de “extrema avaricia”. Esos que se meten en la trinchera del dinero y son como el papel secante, que absorbe y absorbe hasta dejar todo seco.
El político miserable es, a mi modo de entender, un personaje que le encanta absorber las riquezas que generan los demás, las suyas ni se tocan. Obliga con el látigo recaudador a esos esclavos de la política, que son los contribuyentes, prometiéndoles un futuro imposible que se hace tan eterno como sus miserias.
Me decía mi abuela (q.e.p.d.) que siempre tuviera mucho cuidado con este tipo de políticos, los miserables, porque son igualito que las lentejas
-¿Igualito que las lentejas?, le preguntaba.
-Sí, igualito que las lentejas.
-Pero mi niño con una diferencia, que las lentejas el que no se las come las deja y a estos miserables si los dejas, te comen.
En La Vega de San Mateo tenemos un político que llegó a la alcaldía después de meterse, como Víctor Hugo, en los vericuetos del corazón de muchas personas, usando la picaresca, enseñando sus dientes al abrir la boca para sonreír, sin hacer brotar la sonrisa y buscando lo que los demás le podían dar y que él no poseía, todo a coste cero; aún recuerdo, a COSTE CERO.
Apareció como el temporal del Cantábrico, rompiendo en los abruptos acantilados con un ruido ensordecedor. Pisando tan fuerte a sus oponentes políticos que pronto se hizo con el control de la situación poniendo en marcha, con la rapidez y la fuerza de la galerna, su particular sueño envuelto en la nube de sus fantasías. Sus proyectos, construidos en esa nube, no exentos de especulación y sostenidos en la base de la ignorancia supina, fueron la esperanza de muchos y el regocijo de otros.
La Vega de San Mateo, parió, dio a luz, tras la tremenda borrasca, a un alcalde que en estos años ha logrado llevar la miseria a quienes le entregaron su corazón y sus bondades. Bien cierto es que fue lo que quisieron, es lo que votaron con mayorías aplastantes, ser miserables en la miseria de un miserable personaje político.
Renglones atrás dejé el motivo: “les importa un rábano llamar miserables a todo aquél que discrepa de ellos o se interpongan en su camino de éxito y poder”.
Ahora después del temporal, del enorme revuelo, pasada la tormenta, se observan los efectos devastadores de esas políticas miserables donde gastar el dinero público en proyectos costosos e innecesarios puede conducir a todo un pueblo, a todo un municipio, a tener que retranquear sus bolsillos, cerrar sus negocios y observar desde la más absoluta impotencia como el miserable no solo no comparte, sino que, como decía también renglones arriba, arrastra su triste e incompleta vida buscando lo que no tiene a costa de los demás.
Y sirva de muestra un botón. Mientras muchos empresarios de este pueblo sacan a duras penas sus negocios en un pueblo destrozado por las obras, sin aparcamientos, sin aceras, sumido en la tristeza infinita, con un paro galopante, con necesidades agravadas por la pandemia del COVID19 y donde la pobreza extrema llega a muchas familias, nuestro queridísimo alcalde, haciendo bueno al miserable político, con un sueldo de 3.411,37 euros al mes en 14 pagas pretende que el Ayuntamiento le pague la gasolina y el aparcamiento de “presuntamente” sus desplazamiento oficiales. Y digo presuntamente porque aún no ha justificado esas cantidades, que tendrá que hacerlo.
Las cantidades reclamadas:
235,21 euros 
174,15 de gastos protocolarios y 61,06 euros de locomoción.
Si esto, a la vista de lo que están pasando los vegueros y vegueras por las actuales circunstancias y las necesidades de muchas familias de este municipio que no tienen que echarse a la boca, no es ser miserable, que baje Dios y lo vea.
Ya no es a coste cero, porque es a su coste.
Puede más la miseria del miserable, metido en la trinchera del dinero, que la necesidad de aquellos que ha dejado en la miseria.
¡Dito’ sea Dios!
VEGUEROS S.M.

LA LUZ DEL CANDIL, EL TERCER ESTADO Y EL ABUSO CACIQUIL.-

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