martes, 6 de junio de 2017

SE MARCHÓ UN AMIGO, SAN MATEO PIERDE A OTRO HIDALGO CABALLERO.-

SE MARCHÓ UN AMIGO, SAN MATEO PIERDE A OTRO HIDALGO CABALLERO

Por: Jesús Padilla

Me faltaban fuerzas para escribir, y el momento adecuado para poder dedicar a Juan Gómez una palabras tras su fallecimiento en un día tan señalado para todos los canarios, el 30 de mayo de 2017, "Día de Canarias". 
No se si es designio divino o telepatía con las más altas esferas, pero Juan se fue cuando el quiso, porque si había día señalado en su agenda, y con mayúsculas, ese era el Día de Canarias. Una penosa enfermedad quiso que nuestro amigo se fuera con su cachucha, su sabiduría infinita, su buen talante y altura política y personal, allá, lejos donde se reencuentran los caballeros, los hidalgos generosos, los hombres sencillos, creyentes hasta donde hay que serlo. Juan Gómez se marchó seguramente como mismo llegó al mundo, con serenidad que le dio a la larga esa pachorrienta manera de vivir la vida, una vida que todos aquellos que le conocimos sabíamos  que tenía, porque por no molestar, ni hablaba. 
Este solterón empedernido, que respetaba a las mujeres y las protegía valorando el enorme sacrificio que hacen en su hogar, en el trabajo, en la vida diaria, fue en su vida privada y profesional un excelente amigo y consejero, un compañero con unos valores excepcionales, de bondad infinita y generosidad amplia y extensa. Grande de tamaño, grande de corazón, grande de bondad... ¿Que grande eras Juan!.
Sindicalista convencido, obrero consagrado, cristiano hasta su muerte. Su larga trayectoria como hombre y como maestro no solo dejó huella en sus amigos sino en aquellos que le conocieron. Su palabra iba "a misa" porque cuando la empeñaba no había notario que pudiera certificar mejor su cumplimiento que él mismo. 
Muchos vecinos te van a echar de menos porque tu apoyo incondicional a la causa de estos contra el ruido que genera la intolerancia de quien gobierna para unos pocos y para sus propios intereses dividiendo a todo un pueblo será pagada por el todopoderoso allá donde los poderes terrenales no tienen ni sal ni pescado. Te van a echar de menos porque fuiste la fuerza justa y equilibrada que movía la razón y encauzabas el camino, un camino silencioso, sin aspavientos, sereno, como a ti te gustaba, amparado en la justicia, en la igualdad, en el respeto, en el saber estar, dando ejemplo de hidalguía, de caballerosidad.
No te llegan Juan, esos que tanto te hicieron pasar porque tu dolor estaba con los más vulnerables y afligidos, ni a la suela del zapato. Ni te llegaran nunca a igualar porque están a años luz de ese amigo de todos que San Mateo ha perdido, de ese otro hidalgo caballero que no salió de los libros de caballería ni de los pasajes del Quijote, porque tu hidalguía era de nobleza obligada por un temperamento forjado con los años, amalgamado con las canas de una longevidad cercana que no pudiste disfrutar porque una terrible enfermedad te llevo lejos de nosotros pero te colocó cerca de nuestros corazones.
Dale un abrazo muy grande a ese otro gran amigo, que también nos dejó, cuando llegues a ese Reino de los Cielos en el que se debe encontrar, no en cuerpo pero si en alma. A nuestro buen amigo Tono Cabrera del que siempre tendré guardado en lo más profundo de mi ser las mismas bondades que tu tenías ¡Qué buen par de amigos!.
Me pregunto muchas veces porqué se van tan pronto aquellos que han dedicado su vida a ser fieles mensajeros de la bondad y la ternura, quedándose siempre los fustigadores que azotan sin piedad a los débiles y defenestran por avaricia, codicia y gula a los que se atraviesan en su camino, al fin y al cabo hacia el mismo destino, la muerte. Pero claro, no es lo mismo ver la dama de la dulzura cuando nos vamos, que el jinete negro de la hoz que arrastra a los desgraciados.
Llegaste desnudo a este mundo y te fuiste desnudo al otro, porque tus riquezas, tus bienes materiales, aquello por lo que otros pisotean a sus semejantes y en ocasiones acaban con sus vidas, los entregaste como prometiste siempre, cumpliendo con tu palabra de caballero, de hidalgo caballero, a esa fundación de la que tanto hablabas siendo nuevamente ejemplo de honestidad, honradez, como no podía ser menos en quien se entregó en cuerpo y alma a la docencia, a la enseñanza pública, a la ayuda desinteresada y altruista cuando hacía falta, porque cuando hacía falta allí estaba Juan Gómez, un amigo, un hidalgo caballero, un canario hasta la médula.
Descanse en Paz.

VEGUEROS S.M.

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